Ortega y Gasset dijo en una ocasión que una mala
traducción es el mayor delito que existe. También un rumano llamado Mihai Ralea
declaró que las prisiones deberían estar llenas de traductores. Creo que San
Jerónimo, patrón de los traductores, no se hizo una idea de las repercusiones
que tendría la versión de la Bíblia en latín. Sea como fuere, tuvo consciencia
de ser una especie de puente sagrado, y su acción pudo ser tan deliciosa como
catastrófica.
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